PARQUE DE LA PAZ
Fuente: Mauricio Valenzuela / La Nación
La vieja casona que sirvió de centro logístico de la DINA fue demolida, y cada espacio vacío está hoy adornado con árboles, entre los que se alzan imágenes y monumentos, enormes lienzos con rostros desaparecidos. La sinuosidad erosionada de las antiguas murallas de Villa Grimaldi las celdas de prisioneros, los salones de tortura y los parcos recintos de perfume viejo hoy demolidos pero todavía oscuros se dibujan en este Parque de la Paz, ubicado en Peñalolén, conservando aún el rasgo más terrible de su pasado: el silencio. Una intranquilizadora sensación que se extiende en una hectárea de verde intenso. Un paseo con entrada liberada que invita a una reflexión que intercala tiempos pasados, llevando al visitante por las celdas de castigo, por los restos que le dan pie a vislumbrar la melancolía de la violencia. De esa violencia que, como la definía Roberto Bolaño, era la verdadera: "La que vivieron los que tenían 20 años cuando murió el Presidente Salvador Allende". En Villa Grimaldi la vejación era distribuida en distintos lugares. Como la torre, una construcción en que se adecuó un espacio de prisión muy estrecho, con garitas de 70 por 70 centímetros, a las que los reclusos debían entrar arrodillados. O las casetas "Chile" y "Corvi", unas casuchas, hoy apenas recreadas en el lugar con fines explicativos, que se utilizaban para los castigos con electricidad, la asfixia en cubetas de agua sucia o el ahogo con bolsas plásticas. Las visitas guiadas que se hacen comprenden una certera mirada a la vigilancia, a la soledad y a la desesperación; la tortura aquí se sistematizó en varios métodos que aparecen reseñados en los instructivos de losa que se encuentran en cada sitio, a modo de memorial. La vieja casona que sirvió de centro logístico de la DINA fue demolida hace años, y cada cuarto, cada espacio vacío, está hoy adornado con árboles, entre los que se alzan imágenes y monumentos, enormes lienzos con rostros desaparecidos; la anónima fragilidad de los fantasmas que surgen como flores, unos al lado de otros, trazados sobre una brisa fresca que corre por el cielo, quizás hasta llegar al mar.