PARTIO UN IMPRESCINDIBLE GABRIEL GARCIA GARCIA

Gracias Papá Gabriel
Papito Gabriel, quiero darte las gracias a nombre de muchos de los que estamos aquí, por tu vida, por esta vida que nos diste a todos, por el camino que elegiste y supiste compartir… Llegaste a la vida, al lado de una línea de tren, en Coquimbo, el 5 de noviembre de 1918, de madre soltera cuyo apellido llevaste y llevamos siempre con orgullo…comenzaste temprano a trabajar lustrando zapatos, hasta que a los 11 tuviste permiso para sumarte a los obreros salitreros, en la Oficina Araucana, ganando 3 o 4 pesos en fichas por 10 horas de trabajo moliendo el salitre apelmazado…después emigrarías al trabajo minero del oro, Andacollo adentro, donde comprarías tus primeros zapatos y alargaste el pantalón…zarpaste en el barco Aysén hacia Antofagasta, con el nombre de José Cortés quien te vendió la tarjeta de enganche de la Braden Cooper Company que te llevaría a Chuquicamata, allí escuchaste por primera vez hablar del sindicato y del Partido, aceptando la invitación de Joel Muñoz para participar sigilosamente en la campaña que llevaría al triunfo a Pedro Aguirre Cerda, acallando el altoparlante que hacía propaganda a Gustavo Ross Santa María, el candidato de los ricos. Al siguiente domingo, unos cuarenta hombres se reunían en una quebrada de la pampa, a distancia de la oficina, para comentar el triunfo del Frente Popular. Doce recibirían su carnet como nuevos militantes del Partido Comunista de Chile, el último, el más joven, eras tú. El 18 de septiembre siguiente nacía Pedro, en honor al presidente, de quien tuviste que separarte para reencontrarlo luego y tenerlo como hijo para siempre…Luego de pegarle un palazo en la espalda a un jefe que te insultó, la huella te condujo a Tocopilla, San Pedro de Atacama y finalmente a María Elena, donde encontrarías al amor de tu vida, nuestra Nena, con quien te uniste para compartir 62 años de tu hermosa existencia. Mi madre llegaría a la vida compartiendo tus peripecias. Casi en la cárcel de María Elena, donde estabas preso por vocear los periódicos del Partido. Corría fines de octubre de 1947 y el traidor González Videla ya había desatado la represión. El Día de Todos los Santos nace Elvira y pronto deberán salir de la salitrera para dirigirse a Coquimbo y luego a Tierra Amarilla, allí recorrerán las cercanías vendiendo frutas…mientras en los socavones se hacían las reuniones clandestinas del Partido en medio de vinchucas que chupaban sangre como vampiros.
La situación económica se complicaba y finalmente llegaste a Santiago, para luego traerte a la familia. En la capital te unes a la organización de los trabajadores de la construcción y pronto serías presidente del Sindicato de Albañiles, participando en el congreso de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH) y siendo elegido miembro de su consejo directivo nacional como encargado de Educación. También en el Partido pasabas a ocupar un lugar en la Comisión Nacional de Educación, en ese minuto a cargo del compañero Volodia. Ya vendría la primera campaña de Salvador Allende, pero tú no pudiste votar por estar borrado de los registros electorales. La Imprenta Horizonte sería tu nuevo trabajo, desde albañil a jefe de talleres, aunque saliste en algún momento para ayudar en la construcción de la piscina en la casa del Partido en El Arrayán, que sería destinada a paseos de la militancia. En Horizonte trabajabas con Luis Figueroa Mazuela, un joven dirigente que sería parte del primer directorio de la Central Única de Trabajadores presidida por Clotario Blest, y te integraste al sindicato de la imprenta (claro, eran otros tiempos, cuando se incentivaban los sindicatos y el compañero Luis Barría hablaba con los trabajadores).
Ibáñez del Campo reanudaría la persecución contra el movimiento popular y Horizonte sería asaltada por la policía de Investigaciones. Visitaste a los detenidos y apoyaste a los relegados, como dirigente de la Federación de Trabajadores de la Prensa, y recorriste imprentas para que El Siglo pudiese seguir circulando. Por esos días tomaste una determinación: dejaste de fumar los 20 cigarros diarios y nunca más prendiste uno. En 1968 pudiste conocer la Patria Grande, aun los efectos de la burocratización y del alejamiento del PCUS del pueblo soviético no hacían mella en ese hermoso país. Volviste maravillado de la construcción colectiva, del esfuerzo de esos millones de seres que trabajaban para avanzar hacia el Socialismo. Junto a los hijos que llegaban y crecían, crecía también el movimiento popular, Salvador Allende perdía frente a Frei y, sin embargo, los sindicatos eran cada vez más fuertes, los estudiantes organizados eran capaces de paralizar el país, la cultura florecía de la mano de Violeta y Neruda…hasta que ganamos. Y vivimos la alegría de aquel 4 de septiembre con las calles abarrotadas y el pueblo llegando al centro como fuera…a pesar de la incertidumbre y el asesinato del General Schneider, el 4 de noviembre asumía el Compañero Presidente y el pueblo entraba a La Moneda…yo, aun pequeño, sentía en el aire esa hermosa fuerza, en los ojos de mis padres y de la gran familia brillaba la posibilidad de construir sus propios destinos, no aislada, no encerrada tras portones y rejas, si no junto a todos, a las grandes mayorías desposeídas, a los campesinos que se hacían dueños de su tierra, a los trabajadores que se esforzaban por producir más y que llegaban a ocupar cargos en ministerios…era la Unidad Popular, el gobierno más democrático que se ha dado Chile, y yo recibía mi medio litro de leche y acompañaba a mi padre al sindicato MADECO, a los ensayos de su grupo de teatro, jugando con la guinda del Sorbete Letelier… Éramos tan grandes, tan fuertes, que la reacción estuvo a la altura…y llegó el golpe, con Aylwin y Jarpa como cabezas visibles de la mano de la CIA, con Pinochet y la junta como ejecutores directos…y el mismo 11 fuiste sacado del Comité Central del Partido, en teatinos, con destino incierto, la Tercera Comisaría, el Ministerio de Defensa, el Blindado Número 2, el Tacna, el Estadio Chile (con Víctor machucado y Príncipe incluido) y el Estadio Nacional. Siempre de cerca te seguía Benito…cuánta muerte, cuánto horror viste en esos primeros días…pero tu sonrisa continuaba intacta, tus convicciones, tu optimismo endémico del que me siento feliz heredero…en octubre saliste, junto a Benito, y el viaje en taxi a casa salió gratis. “Soy del círculo solidario”, dijo el chofer y se fue sin cobrar…salir en libertad y comenzar a reorganizar fue una sola cosa, con tu leyenda de vendedor de zapatos en provincias salías a reconstruir Partido, a darle vida a Unidad Antifascista y luego al Siglo clandestino y la Revista Principios… Y así hasta el 20 de enero de 1976, cuando un telegrama de Miguel nos avisaba en Antofagasta, a mamá y a mí, que estabas “hospitalizado”…luego supimos detalles: en la esquina de 10 de Julio con Santa Rosa, fuera del Café Celia, mientras estabas con Iván y Jano y la Nena había ido a comprar algunas cosas, una montonera de agentes te subían a un vehículo…los chicos, sin plata, caminaron hasta casa, en Américo Vespucio con Santa Rosa y llevaron la noticia…mientras, en otro lugar de Santiago, un compañero esperaba que llegara el “negro” y puteaba por el atraso. Años después, cuando nos encontramos trabajando en El Siglo, me contaría la anécdota y como te agradecía que finalmente no hubieses llegado tú ni nadie más a buscarlo. El rostro de tus nietos, nos contaste, te acompañó en las sesiones de tortura. “El viejo durazno” no habló y nosotros, de la mano de la Nena, te buscábamos por todos lados…Sergio Ovalle dejó de fumar cuando supo, luego de que pudiste avisar, que te preguntaban por él dando como una de sus principales características la de fumador…reconstruyendo los datos, al parecer estuviste primero en Colina, tal vez en manos del Comando Conjunto con el que colaboraba el Fanta, y luego fuiste entregado a la DINA que te llevaría a Villa Grimaldi…tu paso a Cuatro Álamos no fue para dejar de recibir golpes, pero ya estabas cerca de la libertad y la solidaridad del “siete” (un compañero del MIR que te recibió la primera noche) y un “telefonazo” de Benito te devolvieron la confianza…Benito, como siempre, andaba cerca, él ya estaba en Tres Álamos, en libre plática, y supo que estabas al otro lado del muro. Se acercó a un hoyo (el teléfono) que usaban para comunicarse y pidió hablar contigo, así confirmó la noticia y tu nombre circuló para que no volvieras a desaparecer. En septiembre otra vez pudiste tomarle el gusto a la libertad y, llegando a casa, le hiciste tremenda broma a Miguel que llegaba de estudiar. Tu sonrisa y chispa seguían intactas, pero la represión estaba muy encima y hubo que tomar una decisión: el 12 de octubre salía casi toda la familia con destino a Suecia. En Chile quedábamos tía Pamela, Mauricio, mi mamá y yo…Benito ya había partido con rumbo a España junto a Any y Alexi. Junto a tía Pamela tomamos el bastón y salíamos a repartir documentos al taller del maestro Molina, en La Legua, y a una casa de calle Curiñanca, donde vivían Nicasio y Crifé. En Suecia viviste años de solidaridad, de maletas siempre listas y pensando en Chile, pero conociste también a mucha gente, a otros compañeros, algunos de los cuales han llegado hoy hasta acá. En cuanto el Partido te autorizó regresaste, otra vez enero, pero ahora de 1980. Y la vida continuó en la botillería Libertad, luego en San Simón y finalmente de regreso al departamento de la Villa Carlos Cortés, del cual salieron ese 12 de octubre…la clandestinidad continuaba y todos íbamos tomando nuestro puesto en la pelea…el 23 de agosto de 1984, mi padre elegía su día y se quedaba cubriendo la retirada de sus compañeros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez…la movilización crecía pero vino la negociación, no fuimos capaces de alcanzar una salida avanzada y seguimos viviendo bajo la constitución del dictador…luego de pasar por el Pedagógico y la USACH, la sangre del obrero tipógrafo me llevó a estudiar fotografía y tú me regalaste una máquina Pentax que habías traído de Suecia (mi joya, aun resistiendo pese a los embates del guanaco y los pacos)…ya cerca del fin de la dictadura, me invitaste a ayudar en una casona extraña en Lira casi esquina de Ñuble…ahí se hacía El Siglo aun clandestino…y me quedé…hasta que el 5 de septiembre de 1989, aun antes que Pinochet abandonara el poder, salimos a la legalidad…yo colaboraba con fotografías y me destinaron al comando de Estela Ortiz…en marzo de 1990 pasaba a formar parte estable del periódico y tú, orgulloso…estudié periodismo hasta que hubo beca en el ARCIS, después mi casamiento y la llegada de tu primer bisnieto, Nicolás Gabriel, harían que postergara la finalización de ellos hasta la eternidad…pero aprendí el oficio y llegué ser editor general, siempre contigo apoyando… La caída de la Unión Soviética te dejó herido, pero nunca renunciaste a tus principios y tus ideales, seguiste trabajando, aportando al Partido, crítico y autocrítico, como nos enseñaste a ser…sólo los problemas la vista te sacaron de la calle y las reuniones…y te viniste al puerto con la Nena, otra vez cerca de Any y Benito. Los últimos años fueron más tranquilos, visitas de los hijos de Suecia, viajes de ustedes a verlos allá, el esfuerzo semanal de mamá para estar con ustedes…y seguía creciendo la familia, hasta recuperamos al Perucho chico y los suyos y pudimos celebrar en grande tu cumpleaños 90, en noviembre del 2008, luego la pascua y el año nuevo con la familia, y el casamiento de tus nietos Marion y Camilo…Tú, sonriente, contando chistes, palomillando con la pajita de uno de los tragos. Ese día se mostró, con todo, como somos gracias a ustedes, el cariño parecía tirado con baldes, las emociones se juntaban una tras otra…luego de vuelta a Valparaíso y, pronto, a despedir a Miguel al aeropuerto…el sábado 17 despertaste contento, aunque cansado, te bañaste, te afeitaste, te cortaste las uñas, bailaron el “arroz con leche” jugueteando con la Nena y la tía Elba, esperando el almuerzo…sentiste adormecido el brazo izquierdo y la Nena te tomó la presión, luego llegó Any a hacer lo mismo, ya sentías que tu pierna izquierda también se adormecía…llegaron mamá, Camilo y Marion, te preguntaron cómo estabas…respondiste bromeando como siempre…pero la decisión fue bajar al hospital, caminaste algunos peldaños y no pudiste seguir, te bajaron “a la cochiguagua”, como dijiste, Jano y Camilo, llegaste al auto y pronto te desvaneciste…no despertaste más querido padre y elegiste tu día tratando de no molestar a nadie, dejando tu sonrisa con nosotros para siempre. No pudo González Videla, tampoco Ibáñez del Campo, ni Pinochet, ni la DINA, ni el exilio, ni la clandestinidad, ni el fin de la Unión Soviética, ni las traiciones y los olvidos…tú elegiste tu día, junto a nosotros, con tu corbata roja y tu bandera siempre del mismo color… Papá, no te extrañes cuando te digan que tienes teléfono, seremos nosotros desde esta parte del muro, hablándote y escuchándote por el forado de la historia, aunque ahora serás tú el que esté en el patio de la libertad… Y termino dándote las gracias papá, por enseñarnos a ser buenas personas, a preocuparnos por los demás y por los nuestros…aquí está esta parte de la familia que yo he aportado, mis suegros, mi cuñada y sus hijos, mi compañera Maritza y tus bisnietos Nicolás Gabriel y Camila…es lo que he logrado construir hasta el día de hoy y que espero cultivar por siempre, con la tenacidad y paciencia de ustedes… Gracias papá Gabriel por abrir nuestros ojos a la esperanza de un mañana mejor, de un país para todos, por enseñarnos a no cerrarlos ante cada injusticia, cada atropello, a ser duros sin perder la ternura, a ser comunistas toda la vida. Papá Gabriel, José Cortés, Don Abel, negro García, esposo, bisabuelo, abuelo, suegro, padre, gracias por todo COMPAÑERO… ¡Hasta la victoria siempre!
Julio Oliva García Miércoles 21 de enero de 2009, Valparaíso.