SEBASTÍAN ACEVEDO, QUE SE INMOLÓ HACE 26 AÑOS PARA IMPEDIR LA TORTURA A SUS HIJOS

Por: Mauricio Feller

SEBASTIÁN ACEVEDO BECERRA

Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo de su carne y ardió por Chile entero en las gradas de la catedral frente a la tropa sin pestañear, sin llorar, encendido y estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo veo al inmolado.

(Gonzalo Rojas)

Hoy 11 de noviembre se cumplen veintiséis años de la muerte de Sebastián Acevedo Becerra, un modesto trabajador de la construcción de la ciudad de Coronel que, desesperado ante la detención ilegal y tortura de sus hijos María Candelaria y Galo Fernando, por parte de los aparatos represivos de Pinochet, y en señal de protesta ante la negativa de la Dictadura a informar sobre el paradero de ambos jóvenes, se quemó a lo bonzo frente a la Catedral de Concepción, clamando a viva voz para que la Central Nacional de Informaciones, CNI, los devolviese intactos, o a lo menos vivos.

El martirio de este sencillo hijo de un minero del carbón no sólo salvó la vida de María Candelaria y Galo Fernando, sino que esparció una semilla que pocos meses más tarde reventó en el viento, antes de caer a tierra, para transformarse en la que quizás fuera sido la más impactante y certera cachetada moral en las mejillas de los torturadores y sus cómplices: el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, encabezado por el sacerdote jesuita José Aldunate, que realizó audaces y llamativas protestas y denuncias en las puertas mismas de esos secretos infiernos diseñados a la medida de sus propias pesadillas psicópatas por Pinochet, Fernández, Jarpa, Cardemil, Cuadra, Contreras, Romo, Arellano Stark, Espinoza, Corvalán, Iturriaga y tantos otros cuyo sólo recuerdo revuelve el estómago.

Pido a cada uno de ustedes, cualquiera sea su actual posición política o religiosa, que hoy 11 de noviembre, de la forma en que cada uno pueda o quiera, le propinemos una pequeña derrota a ese olvido que los amos en ejercicio y los postulantes a amo quieren establecer para no agitar aguas en las que pretenden seguir navegando o navegar: simplemente recordemos a Sebastián, para que dónde esté le hagamos sentir que su sacrificio no fue en vano, porque realmente no fue en vano.