RITO DE “TOTEMIZACIÓN” EN CARABINEROS TERMINA CON FUNCIONARIO QUEMADO CON ÁCIDO

Por Jorge Molina Sanhueza

La Primera Fiscalía Militar abrió una investigación criminal, luego que el cabo segundo Blas Herrera quedara herido en el cuello, espalda, cabeza y glúteos, el último día de instrucción del curso de Fuerzas Especiales, debido al “bautizo” que ordenó un comandante de la especialidad. El juzgado castrense interrogará hoy a la víctima que es patrocinada por el abogado Alfredo Morgado. El casillero del funcionario fue violado y le robaron su tarjeta de identificación, dentro de la misma unidad policial a la que pertenece.

El 22 de diciembre de 2009 el polvo y el calor se apropiaban del entorno en el predio de instrucción que Carabineros tiene en Curacaví. Allí, un grupo de funcionarios y funcionarias terminaba el curso de Fuerzas Especiales que imparte la institución. Los días siguientes, Navidad incluida, tendrían libre para estar con sus familias, luego de varias semanas de aprender estrategias para hacer frente a situaciones extremas en las que deben intervenir. Ninguno de los presentes, sin embargo, tenía la menor idea de lo que estaba por venir.

Antes de partir a casa, apareció el comandante Letelier, tercero en el mando de la especialidad, felicitándolos por haber finalizado el período de aprendizaje y les indicó que serían “bautizados”, ya que se trataba de una tradición. Luego de más de un hora de espera, apareció el carro lanza agua, que había sido traído desde Santiago especialmente para la “ceremonia”. Lo anterior, no estaba contemplado, sino que se trató de una “sorpresa”.

Entre los alumnos presentes estaba el cabo segundo Blas Herrera, quien junto a sus compañeros entendieron que serían mojados por el fuerte chorro de agua que lanza el “guanaco” y así aprender a resistir el embate.

Su arrojo le valió una felicitación, luego que durante las protestas del 11 de septiembre de 2007 fuera uno de los que rescató el cadáver del cabo Cristián Vera, quien yacía muerto al interior de una población del sector poniente de Santiago, con evidente riesgo para su propia vida.

El superior les indicó que deberían enfrentarse a ello cada vez que recibieran una orden, pero que no debían preocuparse, porque sólo sería “agüita”. Hasta allí nada salía del trabajo tradicional de dicha unidad, que para cada protesta se viste con trajes especiales antiflama y protecciones para evitar golpes. Pero en esta oportunidad sólo llevaban pantalones, botas y polera de manga corta.

El camión se ubicó frente a los funcionarios, quienes formados en escuadras y protegiéndose uno detrás de otro, comenzaron a soportar el ataque. Entre gritos y risas, la instrucción terminó. Hasta allí nada parecía salir de la normalidad.

TODO FUE PARA PEOR

Sin embargo, de pronto comenzó el dolor y la picazón de la piel y los ojos, debido al ácido irritante -llamado CS- con que la policía mezcla el agua que lanza para disolver manifestaciones.

Muchos se sacaron la polera y debieron recibir líquidos especiales para evitar la irritación ocular. Nuevamente fueron formados y el comandante Letelier le bajó el perfil al incidente, insistiendo que se trababa de “agüita”.

El cabo Blas Herrera, sin embargo, había sido gravemente afectado por el bautizo y aún así debió conducir el bus de vuelta a la 29º Comisaría de Lo Espejo, con el consiguiente riesgo para sus 28 colegas ya que apenas podía fijar la vista en el camino.

En todo caso, en su bolso llevaba una cámara de video con la que un tercer funcionario había registrado -previa autorización- todo el incidente, el que publica El Mostrador.

Al llegar a la unidad Herrera se desnudó, pero al sacarse la polera se arrancó un pedazo de piel en la zona del cuello y notó que la cabeza, espalda y glúteos estaban altamente irritados, por lo que procedió a bañarse. Fue peor. El líquido se activó y comenzaron los gritos de dolor, los que se sumaron a los de sus colegas que estaban en la misma situación.

Herrera se fue a su casa, ya que no podía soportar el dolor. Al día siguiente, el 23, volvió a trabajar. Les indicó a sus superiores que tenía quemaduras y si lo podían llevar al Hospital de Carabineros (Hoscar). Le indicaron que debía ir por sus propios medios, pero insistió y le pasaron un “carro” que tuvo que manejar él mismo.

Al llegar al hospital aquella mañana, las quemaduras se hacían insoportables. Lo atendieron, le hicieron las curaciones básicas, indicándole que no habían especialistas y que a través de una interconsulta debía volver a principios de enero, con el consiguiente riesgo de infección. Su situación de salud empeoró por la tarde así que volvió al Hoscar y la atención no fue del todo grata ni menos buena.

DE LO ADMINISTRATIVO A LO PENAL

Herrera entonces decidió recurrir a sus conocidos, cuando había estado destinado en la comisaría de Pudahuel y ejerciendo su labor había conocido a un médico de la Corporación de Ayuda al niño Quemado (Coaniquem). Cuando le mostró las quemaduras el especialista le indicó que eran graves. Este último le preguntó cómo se las había hecho, procediendo a relatar los hechos. Fue curado y le cobraron casi un tercio de su sueldo por tomar licencia médica.

Posteriormente, Herrera hizo la denuncia ante los superiores y pidió que la institución corriera con los gastos, ya que la boleta aún estaba impaga. A esas alturas, ya estaba perfectamente claro que las palabras del Comandante Letelier de Fuerzas Especiales no eran correctas: no se trataba de “agüita” pura, sino de una alta concentración de ácido.

Se inició entonces una investigación interna en Carabineros para tratar de establecer las responsabilidades administrativas. Herrera declaró y al sentir que trataban de bajarle el perfil a los hechos decidió asesorarse por el abogado Alfredo Morgado a quien le entregó patrocinio, presentando una denuncia ante el Segundo Juzgo Militar de Santiago, cuyo jefe, el general Bosco Pesse, debido a la gravedad de los hechos, ordenó instruir una investigación criminal por el delito de maltrato a un subordinado.

La indagatoria quedó en manos de la Primera Fiscalía castrense -a cargo de la mayor Macarena González- quien citó para hoy lunes a Blas Herrera a declarar. También decretó las primeras diligencias para establecer los hechos en torno a este “rito”, que si bien es cierto está prohibido, hay una norma no escrita al interior de la institución de la cual se toman los superiores para realizarlo.

ROBO MISTERIOSO

Blas Herrera es uno de esos héroes anónimos. Con 13 años de servicio y poco más de $ 400 mil de sueldo, logró titularse, con mucho esfuerzo, de ingeniero mecánico en el Inacap y posee una hoja de vida intachable. Su arrojo le valió una felicitación, luego que durante las protestas del 11 de septiembre de 2007 fuera uno de los que rescató el cadáver del cabo Cristián Vera, quien yacía muerto al interior de una población del sector poniente de Santiago, con evidente riesgo para su propia vida.

A principios de enero Herrera volvió a su unidad a dejar una licencia médica. Fue hasta su casillero pero éste había sido descerrajado. Allí descubrió que su tarjeta de identificación fue robada. ¿Quién fue? Hasta ahora la denuncia que presentó en su institución no entrega detalles de posibles autores.

Las quemaduras que sufrió este cabo segundo recuerdan un hecho similar. Se trata de la “totemización” -rito para ascender dentro de la estructura- a la que fue sometido por sus propios compañeros el SCOUT Juan Andrés Bagnara en un parque de la Octava Región, quien hasta ahora se encuentra en estado grave en el Hospital de la Universidad Católica.

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