GLADYS MARÍN MILLE, UNA LUCHADORA INCLAUDICABLE

HOMENAJE DE LA TRINCHERA A UNA IMPRESCINDIBLE

Extracto del libro “LA VIDA ES HOY

GOLPE A GOLPE

Nuevos golpes represivos descabezan a su partido. Hay temor de asumir cargos importantes. Los pocos que se atreven organizaron el apoyo a la Operación Retorno. Gladys Marín decidió regresar y nadie la sacó de su porfía. Tras la caída de dos comisiones políticas completas, se consideraba “una locura, un suicidio”, levantar una nueva dirección en el interior.

A principios de 1978 ingresó a Chile a través de Mendoza, con pasaporte español, postizos para verse más gorda, la cara transformada y un pensamiento en la cabeza: “No puedo caer”.

Sumergida en la clandestinidad estuvo hasta 1990, tiempo en que salió y regresó varias veces con diversas actas de nacimiento y múltiples personalidades. Al hacerlo por Bolivia, casi la mata la puna.

Muchas anécdotas conserva de esos años. Asegura que durmió en una casa contigua a la de Pinochet; que estuvo muy cerca de la matanza de jóvenes miristas en la calle Fuenteovejuna; que alojó con los vecinos de su hermana sin que ella supiera; que se encontró con el almirante Merino y su dispositivo de seguridad en un negocio en el sur; que buscando al secuestrado comandante Carreño, la CNI allanó la casa donde estaba reunida junto a la dirección del PC… Pero nunca se juntó con sus hijos, Álvaro y Rodrigo. Sólo los miraba de lejos: “Una vez seguí a Rodrigo, me impresionó verlo tan alto y bonito”.

En 1987 sus muchachos le enviaron un ultimátum con su amiga Marta: “Nos vemos ahora o no nos vemos nunca más”. Se juntaron “15 hermosos días” en Bariloche y al principio ella no sabía reconocer quién era Álvaro y quién Rodrigo.

REBELIÓN POPULAR

Desde la clandestinidad, el “equipo interior” resolvió que no bastaba sobrevivir y había que pasar a la ofensiva. En 1980, Marín viajó a Moscú y convenció a la dirección externa sobre la necesidad de impulsar la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) y contó con el apoyo del Círculo de Leipzig, un grupo de intelectuales arraigados en la RDA.

Cuando Luis Corvalán respaldó la idea por Radio Moscú, “cambió radicalmente el ánimo de todos” y comenzaron las primeras barricadas y manifestaciones masivas. “El pueblo se convenció de que contra la dictadura se puede”, asegura Marín convencida que fue la mejor decisión del momento. “Sumó los deseos de las mayorías de luchar por derrotar a la dictadura y terminar con el crimen y el terror paralizante”.

Los detractores de Gladys Marín afirman que utilizó la PRPM, que rigió al PC durante toda la década de los ‘80, para asumir el control completo del partido instalando a gente cercana a ella en los cargos dirigentes y dejando de lado a los históricos.

Los cuadros militares regresaron para respaldar con acciones más audaces la rebelión popular. Luego crearon el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que incorporó “el elemento fuerza a la lucha contra la dictadura” y la idea del “legítimo derecho a rebelión”, que gana un importante espacio entre los opositores a Pinochet.

Por ello, sin titubeos, respaldó la internación de armas por Carrizal Bajo y el intento de asesinar a Pinochet en 1986. “Esa acción fue parte de la política de masas, porque había un sentimiento colectivo de que había que eliminarlo” dijo Gladys.

Sin embargo, tras el fracaso del magnicidio se consolidó el aislamiento del PC. “El temor a la fuerza organizada del pueblo aceleró la salida pactada” entre la dictadura y la oposición. También se produjo la división del FPMR, porque “algunos planteaban un enfoque militar y nosotros lo veíamos como una combinación con la lucha de masas”.

Con una tenacidad cercana a la testarudez Marín se resiste, hasta última hora, a llamar participar en el plebiscito del ‘88.

Finalmente, la presión ejercida por las bases comunistas que cogen el camino del voto obliga a sus dirigentes a sumarse al referéndum. En su libro, Gladys Marín no hace mayores referencias a ese importante episodio de la historia del país. Quienes se sumaron al éxodo comunista que se produjo en esos años, señalan que “al PC se le detuvo el reloj de la historia”.

Desde entonces, con mano férrea y rígidas convicciones, Gladys Marín gravita casi sin contrapeso en la carta de navegación del PC. Con la democracia ya reconquistada, los comunistas participan sin éxito en las diversas contiendas electorales. En las presidenciales del ‘93 bajan a Marín para levantar al sacerdote Eugenio Pizarro en un intento de ampliar el espectro de adherentes, pero sólo llegan a un 5%.

Una media docena de alcaldes y porcentajes de hasta un 15% en candidaturas senatoriales (obtenido por la misma Gladys en 1997) son los máximos logros a exhibir, pero que el sistema binominal se encarga de opacar.

El punto cúlmine de esta vía se produce en las presidenciales de 1999 cuando la ‘compañera Marín’ asume su propia candidatura. Aunque obtuvo apenas un exiguo y desilusionarte 3,8%, nadie le puede arrebatar el honor histórico de haber sido la primera chilena en postular a La Moneda. Poco después, la ecologista Sara Larraín se trepó al mismo podio, pero su votación fue aún menor. Sin duda que la cerrada contienda de los dos candidatos principales –Ricardo Lagos y Joaquín Lavín- les arrebató una participación más meritoria.

Pero la vía electoral está lejos de ser el único camino de lucha escogido por la vehemente dirigenta del PC. Sus constantes denuncias y diatribas contra Pinochet le valieron, en 1996, una querella por injurias y calumnias del entonces comandante en jefe del Ejército.

Pasó varios días en la cárcel de mujeres hasta que la fuerte presión nacional y extranjera obligó al ex dictador a desistirse. Ella nunca se retractó.

Al contrario, presentó la primera de centenares de querellas en contra de Pinochet. Y también fue la primera en declarar en el proceso que el juez español Baltasar Garzón abrió contra el anciano general y a raíz del cual permaneció casi dos años detenido en Londres.

El 25 de septiembre de 2003 fue internada de urgencia a raíz de un fuerte dolor de cabeza y se le diagnosticó un tumor cerebral de gran agresividad. Viajó a Suecia para ser intervenida el 8 de octubre de ese mismo año. Once días después se trasladó a La Habana, Cuba, para iniciar un proceso de rehabilitación, pero con un diagnóstico que no le daba más de 18 meses de vida. En diciembre de 2004 regresó en el más absoluto silencio a Chile, sin dejarse ver en público. Sus últimas imágenes la muestran con un paño en la cabeza, signo inconfundible de las quimioterapias que no pudieron hacer retroceder al gliobastoma multiforme que inexorablemente volvía a crecer en la misma zona cerebral.

Siempre te recordaremos por que con tu ejemplo

“MIL VECES VENCEREMOS”