Srs.
Comité Central del Partido Comunista de Chile
Presente.
He estimado mi deber representar a ustedes explícitamente mi profunda diferencia respecto a la forma y a la práctica política de la actual dirección. Pienso que este proceso de desajuste entre la razón y la realidad se inició durante la dictadura, con el descabezamiento de la dirección de Nicasio Farías y Crifé Cid el año 1978. Acontecimiento clave y significativo creo, del cual no se ha vuelto a hablar abiertamente y que fue el inicio de un proceso sistemático y profundamente antimarxista de reemplazo del proceso real por lo pensado; de reemplazo de la materialidad de las bases deviniendo en una organización centrada en si misma que ya no intenta expresar a esas bases o sólo lo hace en el discurso. No es necesario decir, supongo, que a determinadas causas siguen determinados efectos.
En el proceso de deterioro que ha seguido a este, a mi juicio, hecho clave, ha ido haciendo cada vez más palpable la conversión del aparato de dirección (naturalmente hay excepciones, siempre hay excepciones) en lo que Gaetano Mosca definió en su tesis sobre “clase política” o sea asimilar cada vez con más fuerza la tendencia de grupos de dirección política a hacer su condición hereditarias. De hecho (recordamos como hicieron trizas el Artículo 22 que impedía la perpetuación en los cargos del poder dentro del Partido) produciendo y reproduciendo por si mismos sus condiciones de existencia y hegemonía. A este propósito el informe de mi célula al XXIII Congreso señaló: “Y plantearnos además la reposición del Artículo 22. Creemos que hay aquí una cuestión de principios, que tiene que ver con la dirección colectiva, el culto a la personalidad, el problema del poder y la corrupción. La caída del campo socialista es una enorme señal. Cuando un poder burocratizado e inamovible toma el control de una organización y de una sociedad sólo le espera el desastre. El poder corrompe y el poder burocratizado corrompe absolutamente”. Naturalmente quienes debieran haber escuchado no lo hicieron.
Así, a través de esta perpetuación y para seguir manteniendo su poder la cúpula partidaria ha erosionado los mecanismos de representación democrática que alguna vez, fueron determinantes en la vida de la organización, sacándoles el contenido revolucionario a los mecanismos de centralización y de unidad de acción. Y no sólo esto, sino que la continua y acrítica conducción ha sido permeada de una u otra manera a las formas de hacer del pensamiento neoliberal. De esto dan cuenta esa prepotencia para oponerse a la crítica a través de la patronal expresión “del que no le gusta se va” manifestada ya hace algún tiempo en el ex Diego Portales por el actual presidente del partido y lo que aún más importante es esta especie de conversión de estos dirigentes a la concepción de que el camino al poder debe ser de ahora en adelante democrático. Todos somos demócratas, defensores de la democracia al estilo occidental, y por lo tanto, la revolución, o cualquier cambio político que implique el uso de la fuerza o la acción directa, está aparentemente pasado de moda y puede incomodar a nuestros avales políticos. Es como si Carlos Marx nunca hubiese existido. El neoliberalismo parlamentario ha asimilado a la izquierda en nombre de la democracia y a ésta como sinónima de liberalismo parlamentario. Es decir, un sistema elitista de dominio constitucional y división de poderes que “garantizan” los derechos civiles pero no la soberanía popular.
El Partido sólo puede cumplir su papel de luchador de vanguardia si constituye en referente de la clase obrera, aglutinado por la unidad de voluntad, por la unidad de acción, por una disciplina única. Pero Lenin ya lo aclaró, que para esto es necesario si se lleva sistemáticamente una “labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias deficiencias”.
La realidad hoy es que la mayoría de los comunistas está fuera del Partido. Casi todos ellos honestos comunistas. Su marginación es un drama y no “un chiste” como calificó livianamente el actual Secretario del Partido cuando fue interrogado por un medio de comunicación por la renuncia pública a la organización de una decena de militantes. Pretender que esto no tiene importancia porque el Partido es hoy, afirman algunos, un “partido de cuadros” no es más que una parodia absurda que no tiene nada que ver con el leninismo. La verdad sobre la que hablan estas continuas escisiones es sobre la pobreza del actual liderazgo político. Hoy el “centralismo democrático” en práctica el sustantivo lo es todo y el adjetivo es puramente decorativo. La desafección reina cuando todo está organizado para que sólo algunos piensen.
Se ha llevado adelante un proceso de descomposición que ha reemplazado el trabajo de masas por la política de acuerdos “en la medida de lo posible” no desde una vocación de poder sino desde la impotencia política. Han hecho realidad el sueño de las agencias de inteligencia del imperialismo: un Partido Comunista que existe y al que es posible “cargar” pero que es incapaz de luchar por el poder en forma significativa.
Los Congresos del Partido debieron haber sido las ocasiones para una discusión profunda del estado de cosas, pero se ha instalado una maquinaria que ha impedido sistemáticamente en los últimos Congresos toda discusión real respecto al devenir de la organización. Una cúpula acrítica y un conjunto de empleados dependientes que han hecho de estos Congresos una parodia. La sólida capa de burócratas que se auto-perpetúan es un yugo en el cuello del movimiento comunista chileno.
Recuerdo a este propósito el análisis al XXIV Congreso que nos fue enviado por una célula del Regional Norte a propósito de la última Convocatoria:”pobre, autocomplaciente e incompleta en lo que al analizar el período anterior se refiere…” Para no hablar de la realización del Congreso de Comunal Santiago, donde una claque vociferante y demagógica impidió a hablar a uno de los hombres más importantes del Partido en el campo del trabajo cultural en Santiago y que además ocultó el hecho concreto que la mayoría de los informes de célula habían mostrado una crítica general a las forma de conducción y a las propuestas del Informe Central y su “gobierno de nuevo tipo” con la ultra desprestigiada Concertación. Acuerdos en que una vez más se confunde una vez más la dialéctica marxista “con la acomodaticia y vulgar sabiduría que expresa el proverbio italiano: meteré la coda dove non va il capo (meter la cola donde no cabe la cabeza)”.
Qué diferencia con lo que proclamaba Lenin con respecto a un Congreso: “...mostrar a todos y cada uno la trayectoria y el desenlace de la lucha interna de nuestro Partido, toda la fisonomía del Partido y cada una de sus partes de cierta importancia, en las cuestiones del programa, de táctica y de organización”.
No es inútil repetir que el poder ejercido sin cotas corrompe. Y que cuán alejado de su ejercicio ilimitado se mantuvieron siempre las más altas inteligencias del marxismo, atentos siempre a la dialéctica de la transformación y el cambio.
Ustedes han hecho suyas, sin decirlo, las concepciones revisionistas de que la libertad política, la democracia, el sufragio universal han destruido la base de la lucha de clases, puesto que en esta democracia impera la voluntad de la mayoría, por lo tanto lo que está en el orden del día permanentemente no es la lucha de masas sino las alianzas con la burguesía progresiva, los social reformistas contra los reaccionarios. Pero el movimiento de los estudiantes ha puesto en evidencia con excepcional claridad, cuán inevitablemente se produce la agudización de la lucha de clases. Los acuerdos “por arriba” no hacen más que embotar la conciencia de las masas. No hacen más que rebajar la lucha y en vez de que sea la clase trabajadora la que encabece la lucha política contra el neoliberalismo de todo el pueblo lo hacen los estudiantes. Al final todo se reduce a la política de acuerdo por nuestros rozagantes y sonrientes representantes que ponen la firma para que todo quede en definitiva igual.
Sabemos que la pregunta de filosofía política de que ¿qué otra alternativa existe como vehículo de cambio si no es un partido marxista? No tiene como respuesta el protagonismo popular sin mediaciones del anarquismo idealista, que no considera las cuestiones de representación, liderazgo, organización y estructura que son cruciales para cualquier movimiento que quiera ser trascendente. Sin embargo estos elementos tienen que, además de ser, parecer. Esto es clave para que haya una apropiación por la clase trabajadora o el pueblo protagónico para implementar su voluntad soberana. La consecuencia de esta no apropiación es el rechazo a los partidos políticos en general y a los políticos profesionales en particular.
Las campanas que han echado al vuelo los estudiantes, y los dirigentes de la JJCC no sólo están doblando por las construcciones del modelo neoliberal sino también están doblando por las prácticas políticas antidemocráticas. La marcha de la historia, espero compartamos esto, necesariamente traerá cambios y las nuevas generaciones de comunistas, dejarán entrar el aire fresco que barra las estructuras envejecidas y/o podridas. Esto es lo revolucionario y no la exaltación iconográfica del Che Guevara o las invocaciones vacías al marxismo, al leninismo o el creer que la sola presencia de uno que otro parlamentario o la apuesta a un fantasmagórico “gobierno de nuevo tipo” va a cambiar el curso de la historia. Y no digo que ello no tenga importancia, sino que estas cuestiones son necesarias pero no esenciales. Las victorias sin principios nunca han formado parte de la moral de los comunistas o si existen nunca debieron haberlo hecho. El Partido de Recabarren, Neruda, Lipschutz, Violeta, Víctor Jara, y de los trabajadores más conscientes que demostró en la conquista de un gobierno popular que era el partido de la clase y que supo llevar tras de sí a millones de personas debe demostrar ahora que puede seguir siendo el Partido de la clase, el Partido de las masas, remontar este momento crítico, estrechar de nuevo sus filas y construir en función de su concepción revolucionaria del mundo, guiando a los trabajadores para el cumplimiento de su tarea histórica.
Tengo la certeza que la totalidad de quienes se han ido del Partido concordarán con mi visión del estado de cosas; lo mismo los dos tercios de quienes aún se mantienen militando y tienen la esperanza de cambiar las cosas desde dentro
Patricio Malatrassi A
Militante Comunista
Santiago, diciembre, 2011