Splash El emblema del Liceo Darío Salas dice: “Ata tu carro a una estrella, y tu vida a un ideal”, y como sus cachorros intentamos cumplir debidamente con tan delicada misión, figuramos entre los establecimientos con más alumnos desaparecidos, encarcelados y exiliados durante la dictadura, lo que no es poca cosa. Era el Darío entonces un liceo experimental, sin los odiosos inspectores, con un programa innovativo y por eso siempre fuimos maleducados –irreverentes se decía entonces- y exagerados: exigíamos participación, cogobierno, democracia de asambleas, fin de los uniformes, becas, bibliotecas, y ejercíamos en lo posible nuestros derechos sexuales. Generalmente nos iba bien en la Prueba de Aptitud Académica, y la mayoría de nuestros padres y profesores simpatizaba con nuestras exigencias juveniles, nuestros experimentos artísticos, nuestras rebeliones y nuestra independencia sufrida e inmadura. Consecuentemente, muchos de ellos fueron también desaparecidos, torturados y exiliados. Debe ser por todo eso que me sentí orgulloso de Música Sepúlveda el lunes pasado. Orgulloso de verla con sus 14 años llenos de tradición dariana acorralando con argumentos a una Ministra huidiza y asustada, intimidando hasta a los sorprendidos gorilas, desafiando el poder. Y me pillé divertido luego al ver cómo la señora Ministra terminó ahogada en un vaso de agua. Perdóneme, no debería, pero daba risa. ¿Por qué no estalló en una carcajada usted también, señora Ministra? ¿Por qué no abrazó a Música y le dijo “niña, eres valiente y decidida, inteligente, ayúdanos”? ¿Por qué no le tiró agua usted también? Le habría dado una sorpresa a este Chile cartucho, tan escandalizado por los modales de una niña linda. Porque Música Sepúlveda, entérese, es hoy la heroína nacional de su mamá, de los menores de 25 años y de los que no pierden mucho con las medidas punitivas de los defensores de la moral y las buenas costumbres. De los que no escuchan sermones, en suma. Porque a sus 14 años la chica ya sabe la diferencia entre una jarra de agua limpia y aquella fétida y enfermante de los guanacos que defienden la Ley General de Educación. Porque ella pudo haber lanzado un certero escupo y lanzó, en cambio, sólo agua cristalina. Tal parece que esta niña sabe perfectamente la diferencia entre el derecho a hablar y el de ser escuchado y tomado en serio. No me tome a mal, Ministra, soy un tipo de buenos modales, no digo groserías, como con la boca cerrada, no chasqueo la lengua, no tiro escupos al piso, no hago bolitas de miga en la mesa, uso los cubiertos de afuera hacia adentro, me pongo la servilleta en la pierna izquierda, no fumo, bebo poco, no eructo en público, me acuesto temprano, practico deportes, no hago perro muerto, no compro a crédito, ayudo a las personas, pago mis cuentas. Mi única falta grave es que no voto, y sospecho que me detiene la misma causa que hizo a Música Sepúlveda inspirarse con la jarra de agua. Debe ser el Diablo.
Alejandro Kirk Egresado en 1971 del Liceo Experimental Darío Salas