HECHO BOLSA DESOKUPA

*Fuente: Luis Barrales
El martes recién pasado los pacos mandados desalojaron la casa okupa de República 550. Los sacaron del mohicano porque la Corte lo ordenó y un cabro resistió, mediático, el desalojo asilado en las alturas de la chimenea. Llegaron hace alrededor de cuatro años a la casona que fue centro de tortura de la DINA y se encontraron con la peste de diez años de abandono que debieron limpiar con sus propias manos. Basura, paredes con sangre, capuchas de tortura, mierda, orines, saliva y lágrimas disecados como taxidermia de la infamia. No había alcantarilla ni agua potable, pero en el antro se mantenía fósil pero operativo un sistema eléctrico casi de industria hecho para poner corriente en las bolas a una célula completa al mismo tiempo, sin que se cayera el automático ni se fundieran los tapones. Los cabros se tragaron la arcada y en poco tiempo y mucho sudor convirtieron la casona chancha en un lugar que rezumaba dignidad. Y la abrieron a la chusma que acudió viciosa a sus talleres gratuitos de danzas, teatros, yogas, fotografías, acrobacias, filosofías y músicas y aunque no se tratara directamente, se aprendían dialécticas, materialismos históricos, varios sentidos comunes y conciencias de clases. Una casa tan cargada no quedaba otra que demolerla, pero los cabros antisistema le cambiaron la polaridad y hasta los fantasmas se sentían aliviados de no tener que penar entre la alegría y muchos viernes por la tarde se quedaron piolas y se dedicaron a mirar las muestras que profes y alumnos hacían de su trabajo, cobrando una kina por la entrada, que servía pa’ comprar el cloro y parar la olla del arte. Hasta algunos bien sistémicos sacaron provecho de su capacidad de organización y ocuparon las salas okupas para ensayar sus obras de teatro que luego estrenarían en el circuito oficial y nadie lo discriminó por nacer burgueses. Incluso los vecinos habían ejercido su derecho a ser tolerantes y luquearon la buena voluntad tras los remaches agresor en la mezclilla. Y los defendieron de la opinión facha y pública, porque le hacían bien al barrio. Ellos detestan el concepto, pero por cuatro años hicieron patria en la calle República. No la patria mongólica de los clichés milicos, sino una bien lúcida, material y terriblemente civil. El Serviu cateteó en tribunales hasta que les devolvieron una casa que habían ignorado por diez años. ¿Y pa’ qué? Si se llora la casa de República de puro romántico, pero los cabros no están ni preokupados, porque igual van a okupar otra que esté perdiéndose por ahí. Ya le deben tener echado el ojo.
* Dramaturgo chileno, autor de “Las niñas araña” y “H.P.” (Hans Pozo).