Llevamos doscientos años sin que en Chile se ejerza la soberanía popular o ciudadana, como muy bien lo ha explicado el historiador Gabriel Salazar. Lo que ha existido es el control del Estado por parte de los partidos políticos para beneficiar a la oligarquía política y económica, y obviamente sus mezquinos intereses partidarios. Los gobiernos de la Concertación no han sido una excepción, pues han gobernado durante veinte años, explícita o implícitamente, con la derecha pinochetista que hoy representa Piñera. Lo han hecho desde Aylwin a Bachelet, pasando por Frei y Lagos. Entonces, cuando el candidato Eduardo Frei llama, en su desesperación, a “detener a la derecha”, nace una pregunta: ¿Detenerla de qué? Si la Concertación ha sido todo este tiempo conciliadora y entreguista con la derecha.
Respecto a Frei, recordemos que fue él quien se la jugó por traer de vuelta a Pinochet desde Londres. Fue él quien echó tierra a los pinocheques por “razones de Estado”. Fue Frei, junto a Ricardo Lagos, quien construyó cárceles especiales para los militares condenados por violar los derechos humanos y donde hoy habitan como si se tratara de casas de reposo. Todo esto han sido concesiones a esa derecha que piden detener, una derecha que ha manejado la economía del país desde 1973 a la fecha, saqueando al Estado chileno y perjudicando profundamente la situación de los trabajadores. Y en los últimos veinte años lo ha hecho con la complacencia de la Concertación.
Por lo tanto, es claro que tras la segunda vuelta, gane Frei o gane Piñera, seguirán existiendo las AFP e ISAPRES esquilmando a los trabajadores, seguirán los dos tercios del cobre en manos privadas, lo mismo que el agua y la luz. No se llamará a una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución, no se anulará la Ley de Amnistía, no se derogará la Ley de Pesca ni la actual Ley Laboral, entre docenas de depredaciones más. Es decir, se mantendrá de cualquier modo el modelo económico impuesto por Pinochet y sus secuaces.
Otros temas que prueban las concesiones a la derecha, por parte de la Concertación, son cuestiones relacionadas con los derechos humanos. Dos ejemplos. En el caso de la comisión que elaboró el informe Rettig, se incorporó en ella al historiador Gonzalo Vial, autor del “Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile” e inventor del Plan Z, que costó la tortura y la vida a cientos de chilenos. Incluso a propuesta de él no se entregó en el informe los nombres de los criminales. Lo segundo se trata del Museo de la Memoria, en cuyo directorio han incorporado al escritor y director del derechista Centro de Estudios Públicos (CEP), Arturo Fontaine y al académico Óscar Godoy, otro hombre de Piñera. Me pregunto: ¿Por qué no han incorporado a algún combatiente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuando fueron ellos los que representaron la dignidad de Chile en la lucha contra Pinochet?
¿Entonces? ¿De qué alianza contra la derecha nos hablan? Ya basta de engaños e hipocresía ¿Cuántos miembros de la Concertación participan en directorios o sociedades con grupos económicos de la derecha? ¿Cuántos miembros de la Concertación defienden los intereses de transnacionales en contra de los intereses del país?, los correas, los Puccios, los Navarretes, los Brunner, los Guillier, etcétera, etcétera, se han multiplicado como callampas venenosas.
Comprendidos estos asuntos, el camino para democratizar el país y parar a la derecha no es votar por Frei. Eso sería una vez más ser utilitarios (los que lo han sido) para salvar a un conglomerado que sólo ha administrado los principios económicos de la dictadura. Y cuando se argumenta que no votar por Frei es ser culpable de que gane la derecha, es falso, un sofisma oportunista y mediocre. Una patraña electoralista, farandulera. La derecha ganó desde que Aylwin impuso su famosa y pusilánime frase de “en la medida de lo posible”. La disputa entre Frei y Piñera es por el poder en el sentido de mantener el primero, y alcanzar el segundo, el espacio que les asegure a sus partidarios de las elites el control administrativo del Estado en beneficio propio, particular, oligarca. Espacio donde el pueblo sólo es una masa que cada cuatro años “legitima” la connivencia de quienes lo utilizan día a día para producir la plusvalía que va a parar a los bolsillos capitalistas.
Bajo estas circunstancias, la Izquierda de verdad no puede continuar siendo la bisagra salvadora de los intereses de políticos que sólo temen perder sus prebendas a manos de otros políticos más desvergonzados que ellos. La Izquierda debe prepararse para de una vez por todas ejercer el derecho a la desobediencia civil contra un Estado regido por una Constitución ilegítima en su origen. Es hora de decir basta y movilizarse desde las redes sociales y organizaciones políticas, centros culturales y otras instancias marginadas del sistema en vías de convocar a una Asamblea Constituyente de la izquierda que sea realmente democrática, donde todos participen en igualdad de condiciones. Es necesario fortalecerse para enfrentar lo que viene en unidad movilizada. En esa asamblea deben converger además quienes votaron por Jorge Arrate y Marco Enríquez-Omíname, y si ellos lo desean también pueden asistir, lo mismo que los dirigentes del Juntos Podemos, pero en las mismas condiciones que cualquiera de los constituyentes. Porque si se pretende imponer una Asamblea Constituyente donde los dirigentes que apoyaron a estos candidatos serían los conductores del proceso tan solo por tratarse de ellos, es mejor que se queden en casa.
Dicho lo anterior, afirmamos que votar nulo es una opción absolutamente legítima y consciente, ideológicamente consecuente con el rechazo al neoliberalismo y a la corrupción. La unidad de la izquierda debe emerger desde las calles, desde las organizaciones sociales y los distintos grupos políticos que existen. A esta unidad deberían sumarse, como hemos dicho, la mayor cantidad de instancias organizadas posibles. La unidad y proyección de la Izquierda no se construye, por lo tanto, votando por Frei en la segunda vuelta, se construye siendo coherente con el discurso antineoliberal en la teoría y en la práctica.