Por: Níkolas Stolpkin
Pareciera ser obligado el que aparezcan personajes que quieran marcar cierta diferencia con sus sonidos discordantes cuando las trompetas suenan tan armoniosamente. Lo peor de todo es que sus propósitos no es acoplarse con alguna sinfonía sino tratar de romper con toda una orquesta. Pero lo que éstos no saben es que sus intervenciones minúsculas sólo buscan hacer el soberano ridículo, ya que el gran sonido sinfónico llega a ser avasallador y hasta encantador. Sólo a un grupúsculo de resentidos le haría sentido aquellos sonidos discordantes.
¿Cuál es la idea de hacer ese tipo de diferencias? ¿Es acaso la envidia? ¿Les incomoda los homenajes que recibe hoy José Saramago? Realmente dan pena estos autodenominados “izquierdistas”.
Arremeten contra José Saramago por el no haber estado de acuerdo con algunas ideas que expresara en vida. Yo les señalo ¿y quién es perfecto? ¿Ustedes son perfectos? ¿Hay alguno de nosotros perfecto? Pues ninguno de nosotros es Dios para ser perfecto. No somos dioses.
Que José Saramago pudo haber dicho o hecho cosas erradas para mucho de nosotros, lo comparto. Pero lo que no voy a compartir es que a este señor se le haga la guerra o que se sea tan drástico. Sólo los niños tienen ese comportamiento: “ya no quiero ser más tu amigo”.
Que Hugo Chávez o Fidel Castro en su oportunidad hayan expresado algunas apreciaciones personales en las que no haya estado de acuerdo, no significa que le haya de hacer la guerra a esos compañeros, y menos romper de plana con cierta admiración que pudiera tener hacia ellos.
Es más, comentarios personales desde posiciones de poder político son mucho más delicados que hacer comentarios desde posiciones meramente particulares.
Debemos reconocer que este señor, ya con avanzada edad, tuvo los cojones para decir lo que pensaba, estuviera bien o estuviera mal. Debemos reconocer que este señor murió sosteniendo sus ideas, erradas o no erradas, pero sostenidas hasta el fin –algo admirable.
¿Cuántos de los nuestros han quedado en el camino rezagados? ¿Cuántos de los nuestros han tirado a la basura los ideales que alguna vez sostuvieron?
Pues él no pertenecía al grupo de señores “Nunca quedas mal con nadie”, a ese grupo de hipócritas que por sostener cierta posición serían capaces de hasta “prostituirse” ideológicamente. José Saramago pertenecía a esos libres pensadores al que no le temblaba la boca para decir o hacer algo. Y eso merece respeto, estemos o no estemos de acuerdo.
A los nuestros no se les hace la guerra, para eso está el uso de la crítica y la autocrítica. Sólo la discusión política nos hace fuertes y a los débiles de carácter se les aparta.
A los que “atornillan al revés”, a esos hay que hacerles la guerra, a los “falsificadores”, a los “encantadores”, a los verdaderos enemigos del pueblo, no a los que disparan donde mismo van nuestras balas.
Pero también debemos reconocer, y no olvidar o pasar por alto, nunca ("otra cosa mariposa"), la guerra política INTERNA dentro de nuestras trincheras, contra el oportunismo y el reformismo, la maleza desgraciada dentro de nuestras organizaciones.
Así que, a los mezcladores de manzanas con peras, no tratemos de meter a José Saramago donde no corresponde.