“Muchas cosas grandes ha habido desde entonces, y seguirá habiendo cosas grandes. Vendrán nuevas generaciones. Pero vos estarás siempre así, de 18 años, detrás de un murito, valiente, tenso, inmóvil eterno” Ernesto Cardenal
Eduardo y Rafael Vergara Toledo tenían 19 y 18 años, respectivamente, cuando fueron asesinados por la policía de la dictadura el 29 de marzo de 1985, mientras apenas gateaba el otoño terrible y luminoso de un Chile que había que cambiar con la urgencia de los justos.
Los crímenes de Eduardo y Rafael redoblaron el combate anti-pinochetista en la mítica Villa Francia, en la zona sur-poniente de Santiago de Chile, y convirtieron a sus padres, Luisa y Manuel, en inagotables perseguidores de los culpables. Pocos años después, la noche del 5 de noviembre de 1988, tras una fuerte explosión cercana a una torre de energía eléctrica en el cerro Ñielol de Temuco, se encontraron los cadáveres mutilados de Pablo Vergara –hermano mayor de Eduardo y Rafael -y Araceli Romo, ambos militantes del MIR. Este último caso jamás se aclaró, toda vez que las pistas denunciaron un montaje de la tiranía.
Un cuarto de siglo después de los primeros asesinatos, el 4 de agosto recién pasado,
-¿Qué piensas del resultado después 25 años de espera?
Luisa: “Yo nunca tuve muchas esperanzas, conociendo todo lo que iba pasando con otros casos. Sabíamos que no sería lo que nosotros deseábamos en cuanto a la sentencia. La justicia debe ser oportuna. Que se dicte sentencia 25 años después de los asesinatos de Eduardo y Rafael no parece justicia. Es casi una burla. Además, las penas deben ser acordes a los crímenes cometidos. 10 años de cárcel para un tiro que teniendo a mi hijo Rafael en sus manos y esposado, le pegó un tipo en la nuca para rematarlo, no significa nada. Tampoco 7 años para otro que andaba dándoles las órdenes… el mismo que quería matar a nuestro hijo Pablo (que murió 3 años después), por lo cual
-No hubo justicia, entonces…
Luisa: “He sabido que algunos mapuche están siendo condenados a 50 años de presidio, y ellos no han asesinado a nadie, sólo han peleado por sus tierras. Para ellos se aplica una severidad extrema. Estamos hablando de luchadores jóvenes que están siendo acorralados y diezmados.”
“
-¿Ustedes comenzaron su largo periplo cuando asesinaron a sus hijos?
Manuel: “Nosotros ya estábamos luchando antes de que nos mataran a los hijos nuestros. Luisa trabajaba en el Comité Pro Paz y yo estaba en
-¿Qué aprendizaje obtuviste después de todos estos años?
Manuel: “verifiqué que las sentencias tienen un carácter netamente político. Y en el caso de los hijos nuestros, las cosas no fueron peores por un puro asunto político, porque hay muchos junto a nosotros, porque hemos golpeado todas las puertas. La justicia chilena sólo actúa políticamente, no por la fuerza de la ley.”
Un recado a los “pingüinos” -¿Se terminará el 29 de marzo como el “día del joven combatiente” con el dictamen judicial?
Luisa: “respecto del 29 de marzo, hace mucho tiempo que nosotros dejamos de ser los protagonistas. Esa fecha ya no es nuestra. Es un día de los jóvenes, de sus reivindicaciones. En los últimos años ya el 29 de marzo se habla de los problemas actuales, de la educación, de los trabajadores y de los caídos recientemente, como Álex Lemún, Jonhy Cariqueo, Matías Catrileo y tantos chiquillos de los 90 hasta hoy. Nosotros queremos seguir acompañando a estos muchachos que están encarcelados, a Jimmy, Freddy Fuentevilla y a Marcelo Villarroel. Yo en las comunidades de vida cristiana aprendí el compromiso absoluto con el hombre que sufre. Primero, el compromiso con un pueblo que sufre y luego con Cristo.”
-¿Dónde ves a tus hijos?
Manuel: “nuestros amigos nos representan a nuestros hijos siempre. Eso es una maravilla. En el corazón de muchas personas están los chiquillos presentes, los tres. Y yo los veo en todos los jóvenes que van a la calle.”
-Hoy los “pinguinos” están dando nuevas batallas por la educación pública, ¿qué recomendación les darías?.
Luisa: “es cierto que uno sufre mucho. Pero vale la pena. Nuestros hijos no tuvieron ni un solo día para aburrirse. Es cierto, el contexto era urgente. Vivieron casi 20 años, Eduardo y Rafael, y 25 años Pablo, bien vividos. A los jóvenes secundarios yo les digo que sólo luchando por lo que uno quiere vale la pena vivir. ¿Qué vida sería estar encerrado en la casa y no preocuparse de nada, sólo de uno? esa es una vida chata e insignificante. Nosotros estamos llamados a la generosidad, al trabajo conjunto, a organizarnos y a disciplinarnos frente a un enemigo muy fuerte. No hay que “calentarse” mucho cuando se está en la calle. No hay que caer preso por cualquier tontera. Las policías son muy malas con los jóvenes. Cuando cae preso un muchacho por primera vez tratan de darle muy duro para que no quiera luchar más. Yo les mando como recado que sean cuidadosos y disciplinados, y que también renueven las formas de lucha.”