“EL 70 POR CIENTO DE LOS CHILENOS QUE TRABAJAN SON POBRES”

Indignación ha producido en amplios sectores de la ciudadanía la confesión de uno de los 33mineros rescatados de que habrían solicitado, apenas 3 horas antes del accidente en la mina San José, salir de ella debido a los crujidos que avisaban la catástrofe. La solicitud fue negada y el horror se radicó en Copiapó por más de dos meses. La historia tuvo un final feliz, puesto que el gobierno dispuso entre 15 y 20 millones de dólares para el salvataje. Ellos fueron afortunados, a diferencia de los 443 trabajadores, entre hombres y mujeres que murieron el año pasado en sus trabajos en Chile y de los más de 280 que ya han fallecido en lo que va del año.

¿Por qué tantos chilenos persisten en trabajar en lugares o faenas a riesgo sus propias vidas?

La Encuesta CASEN dada a conocer hace unos meses y cuyas cifras desataron interpretaciones dependiendo de quién las entregaba fue clara al establecer que la pobreza en Chile había aumentado. Una vergüenza para un país que hoy se precia del “Chilean way”, como lo está publicitando el presidente Piñera en su viaje por Europa.

Con más de un 15 por ciento de pobres, Chile no puede ser un ejemplo para nadie y menos para una sociedad que busca crecer sobre la base de la equidad y la solidaridad.

Al revisar las cifras de la Encuesta CASEN con mayor detención, lo más vergonzoso es que esos pobres no son personas del tipo “vagabundo” que duerme en los bancos de plaza, porque ellos ni siquiera están considerados en la medición, sino que se trata de personas a las que vemos a diario en los puestos de feria, como vendedores de pequeñas tiendas o agolpadas en el Metro pero cuyas billeteras sólo reciben una vez al mes el llamado “ingreso mínimo” que no supera los 172 mil pesos. “¿Por qué si trabajamos somos pobres?

La encuesta CASEN y las estadísticas están desmitificando que la pobreza esté directamente relacionada con el desempleo. Cuando los números muestran que un 70 por ciento de las personas pobres tiene trabajo y trabajo asalariado lo que señalan es que el empleo es de muy baja calidad. No cualquier empleo vale”, explica la Directora del Centro de Relaciones Laborales de la Facultad de Economía de la Universidad Central, María Ester Feres.

Dos y medio millones de chilenos están bajo la línea de la pobreza, es decir, cuentan con una cifra no superior a los 64 mil 134 pesos mensuales para costear sus gastos. Son personas que viven con 2 mil 138 pesos al día. Pero las cifras pueden ser aún más dramáticas cuando son contrastadas con la realidad, que demuestra por ejemplo, que sólo en locomoción, considerando una micro de ida y otra de regreso para cada día de jornada laboral más la vivienda, implican un gasto de más de mil 300 pesos diarios, es decir, más de la mitad del ingreso diario. Estamos hablando del primer quintil, es decir, los más deprivados, sin embargo, la realidad de los otros dos y medio millones de trabajadores en Chile no es mucho mejor.

UN TRABAJO DECENTE

La Organización Mundial del Trabajo define como “trabajo decente” a un trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el cual los derechos son protegidos y que cuentan con remuneración y con protección social. Una definición demasiado ambiciosa para los niveles en los que se está dando el trabajo en Chile. Una aproximación más realista es hablar de trabajo o empleo precario, “lO que parece más difícil de aceptar es que los trabajadores que pertenecen a ese sector que denominamos empleo precario reciban lo que en Chile es legal: el salario mínimo. Ese número de personas y es muy alto. Una familia de cuatro personas necesita para comer al menos 100 mil pesos mensuales y si a eso se le agregan lo que necesita para movilización, queda prácticamente nada para los demás gastos, como luz, gas”, apunta la directora de la Fundación Solidaridad, Winnie Lira.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon dijo al celebrarse el Día Mundial para la Erradicación de la Pobreza dijo que “el trabajo decente y productivo es uno de los medios más eficaces para luchar contra la pobreza y promover la autosuficiencia”. Esta autosuficiencia según la alta autoridad de Naciones Unidas debiera ser provista por un salario mensual, que en Chile ha sido objeto de discusiones y ha sido denominado ingreso mínimo mensual o salario ético, como busca denominar la Iglesia Católica a una suma que llega a los 250 mil pesos. “En Chile, le hacemos el quite a los salarios éticos y los convertimos en ingresos éticos. Cuando más del 65 por ciento de los chilenos gana menos de dos ingresos mínimos mensuales y el 85 por ciento gana menos de cuatro ingresos mínimos mensuales, surge la pregunta: ¿dónde están los ricos? Pues en el último decil pero además dentro de la primera capa, lo que muestra una polarización total de los ingresos. Una situación vergonzante”, explica María Ester Feres.

Una situación que humilla a quienes la padecen y avergüenza a las naciones que someten a sus ciudadanos a reglas de la economía que han ido cambiando según la ideología en boga y los experimentos sociales que de ellas se derivan.

Son estas inestabilidades de un sistema que hoy es global y que debilita la posición de los ciudadanos frente a estados, como el chileno, que no protege a su pequeña y mediana industria y menos a sus trabajadores, que representan al 76 por ciento de la fuerza laboral chilena. Una cifra que revela enormes diferencias y variedades de fuentes de trabajo, que es invisibilizada por la autoridad cuando a la hora de discutir nuevas reglas para todos los trabajadores chilenos se reúne sólo con quienes representan a las grandes empresas que escasamente representan el 24 por ciento de la población asalariada, olvidando de paso a quienes las cifras esconden. “Chile ha optado por este camino del libre mercado con una política de plena apertura a la globalización. Esto significa que nuestro país está lleno de productos de países asiáticos donde los salarios son la cuarta parte que acá y, por lo tanto, para ningún chileno puede ser competitivos. Y eso es algo no sabemos dónde va a llevar porque cada día es más grave, no sólo en las grandes tiendas donde todos los productos son asiáticos, incluso, en las ferias, donde están los coleros, están revendiendo productos chinos”, grafica Winnie Lira.

TRABAJADORES SIN VOZ

Las presiones que ejercen las grandes empresas son enormes a la hora de discutir un ingreso mínimo ya que con sólo un 23 por ciento de la fuerza productiva concentran más del 60 por ciento de los salarios, y finalmente, lo que más importa a la autoridad, un aplastante 80 por ciento de la producción nacional. Estas macro cifras son las que nublan y enrarecen la discusión en torno a las condiciones laborales en Chile, más aún cuando los trabajadores de estos concentrados sectores económicos no están debidamente organizados.

Según la Encuesta Laboral de la Dirección del Trabajo un 9,2 por ciento de las empresas en Chile utiliza la negociación colectiva y de ellos, sólo un 5,1 por ciento tiene sindicatos activos.

Esto permite ir entendiendo que cuando se habla de precariedad en Chile se está aludiendo a un proceso mucho más complejo y que requiere una distinción básica entre “la precariedad del empleo y la precariedad de la relación laboral, donde ésta última tiene que ver con el tipo de trabajo que se tenga, su duración, la protección legal y que se manifiesta en la precariedad de las condiciones de trabajo, donde se distinguen los temas relacionados con la jornada laboral, protección a la maternidad y protección en el trabajo”, distingue la abogada María Ester Feres.

El enorme desconocimiento de lo que sucede con la enorme masa de la fuerza laboral chilena es lo que permite empleos precarios con salarios precarios.

No hay que ser un experto ni economista para tener claro el diagnóstico de que en Chile existe una inequidad galopante. ¿Cómo superar una brecha que parece ir agrandándose a medida que nuestra economía crece? La ecuación es clara, como la señala la ingeniero comercial y Master en Políticas Públicas de la Universidad de Chile, Silvia Leiva cuando afirma que “a mayor educación, hay más probabilidades de encontrar empleo y, por lo tanto, mayores probabilidades de mejorar ingresos. A mejor salud, en función del ausentismo laboral, hay mayor productividad que quiere decir que con más licencias médicas se tiene menos eficiencia”.

La tríada educación, salud y empleo fue estudiada por Leiva y otras expertas quienes concluyeron en su estudio que “la inversión en educación es una herramienta clave para lograr, conjuntamente, crecimiento económico y equidad”.

EMPRENDEDOR: FIGURA CLAVE

Los discursos políticos aluden con frecuencia al emprendedor, como un elemento importante de la actividad económica y que sirve de mucho a la hora de hablar del dinamismo de nuestra economía. Su sola mención alude a personas con iniciativa propia, arriesgadas y que de paso, simplifican mucho la escasa supervisión a las condiciones de trabajo que debiera hacer la autoridad, cuando son ellos mismos los responsables de su quehacer. En Fundación Solidaridad trabajan con emprendedores y emprendedoras a los que prácticamente no les queda otra opción que arreglárselas solos, cuando los salarios de las empresas sólo significan pobreza. “Se puede ser emprendedor con un capital de mil millones de dólares o con 100 mil pesos, porque el término mismo implica que es la persona la que gestiona su trabajo, a diferencia de la empresa capitalista que es el capital el que contrata al trabajo y el trabajador tiene que subordinarse a él. En el caso del emprendimiento, es la persona a que trabaja, la que decide y autogestiona su trabajo. Y la mujer que auto emprende es aquella que decide quedarse en su casa ya que con trabajos manuales muy pequeños puede conseguir ingresos”, diceWinnie Lira.

El “chilean way” tiene flaquezas que a la luz de lo que sucedió con los 33 deben ser superadas. ¿Quién tomará esta bandera? De los trabajadores depende para que se hable de “al modo chileno” o a “al modo de los poderosos que dominan la actividad productiva chilena”.