Desde hace un buen tiempo que se habla de “esa otra policía”. No es que volvamos atrás de un momento a otro y de repente nos caigan encima los agentes del tirano que se han infiltrados en nuestras manifestaciones: Es algo mucho mas grave, es mucho más penoso.
Es el que equipo de seguridad de los organizadores de la manifestación. Son jóvenes que en su mayoría han sido preparados para responder a las expresiones de rechazo de aquellos manifestantes que desean expresar, a su manera, el malestar, el enojo, la indignación que les provoca todo lo que está pasando.
No es común que luzcan bastones ni cascos, aunque a veces se les ha visto así ataviados. Van generalmente uniformados con una camisa unicolor y cubren sus cabezas con un gorrito donde está grabado el logotipo de la organización que los ha reclutado. Miran a la gente con caras de pocos amigos y hacen uso de fuerza bruta cual entrenado represor de estado.
Podría entenderse y ser aceptado un equipo de seguridad. Cada organización tiene el deber de cuidar a sus líderes, de presentar una actividad en orden para que así los asistentes a la misma se sientan seguros y participen activamente de ella.
No es malo que durante el desarrollo del mitin se proteja a los manifestantes de los vehículos que a veces pasan descuidados y pueden lesionar a alguien, quien se va a molestar si se toman medidas para que se evite la aglomeración. Así hombres mujeres y niños puedan disfrutar de la actividad, encontrarse con sus iguales y comentar lo que están viviendo.
Lo que no se entiende es que esta policía clandestina golpee indiscriminadamente y a mansalva a quienes han osado traspasar sus fronteras, cubra a garabatos a aquellos que no obedecen de inmediato sus ordenes, descalifiquen a quienes no piensan como ellos.
Lo intolerable es que estas personas lleguen al extremo de inmovilizar a manifestantes
(Aunque para ellos parecen ser enemigos a derrotar) y luego los entreguen a los aparatos represivos.
Sus mandantes reclamaron y reclaman dialogo, pero ellos tienen ordenes de reprimir a la primera demostración de descontento. No se dialoga con los ultras, no se conversa con los que critican, no se intenta disuadir con la palabra.
¿Es que los que reclaman no tienen razón, es que los que contramanifiestan no estarán cansados de escuchar el mismo discurso y ver que nada a cambiado?.
La libertad como la concebimos implica que el que no está de acuerdo tiene el derecho a criticar, y puede hacerlo de la manera en que le parezca mas justo.
Si no estamos de acuerdo, si nos parece feo que en nuestros actos nos estén criticando, si somos los dueños de la verdad y todos los demás “enemigos a los que silenciar”, entonces vayámonos a lugares cerrados, reunamos a los incondicionales y nos evitaremos todos los problemas.
No podemos callar mas respecto de estos actos de matonaje y delación, no podemos seguir ignorando los testimonios gráficos que dan cuenta de que existen matones “voluntarios o a sueldo”. Nuestro rechazo y repudio a esa otra policía.