AQUÍ CAYERON

Antonio Becerro Artista visual Autista y removedor cultural
La tercera revelación es una acción urbana en efecto específico como arte actual a propósito de la instalación de la Agrupación Nacional de deudores habitacionales (Andha Chile a Luchar) en el lecho norte del río Mapocho, bajo el puente Pío Nono. Esta obra visual se emplaza en la costura de la taxidermia social y evidencia las texturas del parche en la arquitectura de la pobreza como ejercicio de identidad. Apunta la mirada donde los otros la esquivan y pone en tensión las estéticas de expansión de la propiedad en el desamparo del modelito actual. Como tal, critica el territorio oscuro que se ejerce desde el poder y sus instituciones. No solo en lo que dice en relación a “Un Techo para Chile”, sino, a la experiencia colectiva con el otro. Incluso con el imaginario ajeno.
Todo hombre siente la necesidad de tener un espacio físico, porque este también resulta ser mental. El territorio es la tierra, el metro cuadrado, que nos pertenece por nacimiento, uso o usurpación. La dialéctica entre conciencia y territorio genera la salud o enfermedad mental, ámbito de desplazamiento de la locura, las metáforas y la poesía. El Estado y el capital no han resuelto sus propias fantasías; se encuentran atrapados en la triada de burocracia, lucro y castigo. La fractura es telúrica: niega la naturaleza y la posibilidad del paisaje, la ilusión de fundirse en todo. Hay drama como pueblo. Un chileno sin espacio no sueña y, por lo tanto, se debilita, se agota, no ama , no eyacula, no piensa, no cree, no actúa, es un pobre piojento. Esto es un problema de seguridad nacional, un asunto que no se resuelve con los F-16.
La asfixia se trasmite a todo, incluido el arte y sus trienales de emergencia. Chile perdió el norte poético, su último y reconocido arsenal. La instalación de Andha Chile a Luchar es la obra del año porque pone en el centro, en el camino de los turistas y de los estudiantes de las universidades de cartón, cota Marmicoc, las tensiones visuales de una sociedad segregada, estacionada en el fragmento, en el cause de un río trágico, en le que contradiciendo incluso a Heráclito, nos bañamos desde siempre. Entonces ¿Quién podrá defendernos?: el Chapulín Colorado. “La tierra prometida” funciona aquí como una plegaria, un canto a la Virgen mezquina y a Dios, el padre ausente.
Señor, ¿por que nos diste esta tierra y nos la niegas?. Señor, ¿Dónde están mis cosas? ¿Mi cama, mi mesa, mi techo? ¿Que tipo de animal nos miente? ¿Acaso no somos hijos de la patria también? ¿Cuál es la jerarquía de tu mirada? ¿Por qué perico los palotes y nosotros no?. Tenemos frío y asco en este río sucio, llenos de guarenes. Respóndeme, buen Dios. No dejes de caer en este torrente de silencio y muerte, en este desagüe del meadero de Chile.