CHILE vivirá este año un tiempo de definiciones respecto del curso que la ciudadanía quiere dar a sus deseos y esperanzas. Este viernes los trabajadores de todo el mundo celebran su día. Se trata en el papel de una jornada de fiesta, aunque lo habitual es que los "subalternos" de la Tierra no tengan grandes razones para festejar. Si bien desde la tragedia de los mártires de Chicago las condiciones laborales en el planeta han experimentado importantes avances -empujados la mayoría de ellos por la organización y la lucha de los sindicatos y de otros movimientos sociales-, la tarea no está concluida ni mucho menos.
Con demasiada frecuencia aparecen en el horizonte indicios de retroceso. La actual crisis económica supone una de esas coyunturas que marcan puntos de inflexión. En efecto, a pesar de su devaluación como ideología hegemónica, no faltan portavoces de las tesis neoliberales que apuestan sus fichas a encontrar soluciones por la vía del ajuste a través de los sectores más vulnerables. En los últimos meses, el debate en Chile precisamente ha estado dominado por esa visión. Se trata de un esquema de salida a la recesión que, bajo el paraguas de la globalización y de las nuevas realidades de la producción y las tecnologías, enmascara la precarización del trabajo en nombre de la flexibilidad. La presión empresarial y dogmática de economistas de derecha para congelar el salario mínimo constituye todo un hito en este proceso, que apunta a trasladar los costos de los problemas hacia los trabajadores.
En este cuadro, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) ha convocado a su tradicional acto público en el centro de Santiago. Lo hace planteando la defensa del empleo y de la dignidad laboral y entregando al debate nacional una plataforma ordenada en tres perspectivas: una nueva arquitectura para las relaciones entre capital y trabajo, reformas políticas orientadas a mejorar la representación de los excluidos de todos los signos y mayor participación de la organización social. Un especial significado han adquirido en este plano las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, que ha formulado un llamado a los trabajadores a estructurarse en sindicatos para proteger sus derechos. Para la Iglesia Católica, no son los pobres quienes deben asumir una crisis que no causaron. El prelado, asimismo, ha vuelto a su proposición de "sueldo ético". Es un punto de convergencia con la CUT: la sociedad chilena debe enfrentar el grave problema de la desigualdad, lo que pasa por avanzar a una mejor distribución de la renta. El camino para conseguir este objetivo es la calidad del salario. Esto implica más negociación colectiva y fortaleza sindical.
Chile vivirá este año un tiempo de definiciones respecto del curso y modulación que la ciudadanía quiere dar a sus deseos y esperanzas. En este sentido, aunque haya múltiples candidatos presidenciales, en rigor sólo compiten dos modelos y uno de ellos, ligado históricamente a las luchas progresistas, garantiza progreso y ensanchamiento de las libertades sindicales. Los trabajadores deben discernir dónde encuentran mejor alero sus demandas.